Stephanie Bellis Warner, agente femenina del Departamento de Policía de Brentwood, Tennessee (Estados Unidos), es un ejemplo de muchas cosas. El 6 mayo de 2002 se enfrentó a un atracador que estaba armado con un fusil de asalto. La funcionaria resultó herida en un brazo, pero consiguió alcanzar con un disparo a su particular homicida.
Al filo de la una de la tarde de aquel primaveral día, Warner recibió por la emisora de su coche patrulla un aviso de atraco al Banco de América. Estaba cerca del lugar y rápidamente activó el sistema acústico y luminoso de su vehículo: “A medida que me iba a cercando al banco iba notando que el corazón me latía cada vez con más fuerza. Estaba segura de que llegaría con el tiempo justo de poder atrapar al ladrón in fraganti”, reconoció la agente durante una entrevista concedida posteriormente a diversos medios de comunicación.
No se equivocó: llegó antes que ningún otro compañero suyo. Pero cuando estaba accediendo a un cruce muy próximo al lugar del robo recibió una ráfaga de disparos en la ventanilla delantera derecha, la del acompañante. Por suerte, patrullaba en solitario. Stephanie supo que tenía que abandonar el automóvil, y lo hizo. Tal y como admitiría más tarde, no recuerda haber abierto la puerta del coche, ni haberse desabrochado el cinturón de seguridad, pero evidentemente lo hizo.
Al descender del patrullero desenfundó su pistola Glock 22 del calibre .40 S&W, pero perdió el equilibrio y resbaló. Cayó al suelo. Se incorporó de inmediato y vio que de uno de sus brazos goteaba sangre. Ya no volvió a mirarse más la herida durante un buen rato. No podía, su atención estaba totalmente centrada en otra cosa: en un varón enloquecido que se encontraba justo detrás del coche policial. El hombre disparaba hacia ella con un fusil de asalto AR-15 del calibre 5.56x45mm OTAN. La situación era dramática. Entre Warner y su atacante solamente distaban los metros que tenía de longitud el propio vehículo. Muy poca distancia. Se tirotearon mutuamente durante unos segundos, siendo indudablemente más contundente cada serie de disparos del delincuente. Pese a todo, la funcionaria consiguió herir a su antagonista en una pierna.
Amigos lectores, más difícil todavía: Stephanie agotó la munición de su cargador en mitad del tiroteo. Gracias al entrenamiento recibido, consiguió introducir un cargador nuevo en el arma y pudo continuar defendiéndose. Según contó en su momento, quedando además filmado por el sistema de grabación de su coche, no dejó de moverse ni un solo instante. Se movía mientras localizaba al atracador, a la par que disparaba y, también, mientras recargaba la pistola. Para colmo, no dejó de enfocar la zona de riesgo. Solamente durante una fracción de segundo desvió la vista de su contrincante y fue para introducir el cargador de repuesto en su arma, algo a lo que incluso una persona adiestrada tuvo que recurrir ante la brutal desconcentración emocional que la situación regalaba.
La mujer recuerda que sus piernas se movían más rápido que nunca. Sentía que se movían más que su propio corazón y eso que éste seguía aumentando su frecuencia cardiaca. Le vino bien que la fisiología funcionara tal y como se espera de ella: le permitió estar alerta.
Las cosas se complicaron aún más: mientras los disparos iban y venían, no solamente ella se desplazaba, también lo hacía su coche. Se produjo algo rocambolesco. Al descender de él con tanta prisa, el automóvil quedó en marcha y en movimiento, lento, pero en movimiento. Circulaba desgobernado en la dirección que ocupaba la joven policía. Por ello, Warner no sólo se desplazaba lateralmente, para ponérselo difícil al tipejo del fusil, sino que también tenía que correr de espaldas sin dejar de mirar hacia el riesgo que ante sí tenía.
Esta chica reconoce que mientras todo esto estaba ocurriendo no vio cómo otros compañeros acudían a la escena. No podía. Había perdido capacidad cognitiva y su habilidad motora compleja, la que permite realizar varias tareas a la vez, estaba muy deteriorada por el estrés de supervivencia que su mente estaba experimentando. Por suerte, cuando aquellos refuerzos aparecieron, el atracador centró su atención sobre ellos. Esto permitió a la mujer policía refugiarse detrás de una furgoneta que casualmente se encontraba en un cruce semafórico cercano.
Uno de los policías que llegó en la remesa de apoyo, el sargento Walsh, recibió un impacto en una pierna, quedándole un muslo destrozado. De película: el sargento estaba sentado en su asiento, desangrándose, y el atracador se acercaba a él nuevamente. Por suerte para todos, en especial para Walsh, varios agentes más aparecieron justo cuando se veía que el herido iba a ser ejecutado en el interior de su propio coche. Cuatro policías, entre ellos un teniente y otro sargento, abrieron fuego continuo contra el atracador. Stephanie Warner recuerda que la camisa de color blanco que vestía el criminal empezó a teñirse de color rojo. Murió allí mismo.
El sargento herido rápidamente fue trasladado al hospital, y sobrevivió. Poco después de la primera evacuación sanitaria se produjo la segunda, la de Warner. El sargento permaneció mucho tiempo de baja laboral sin poder incorporarse a su vida normal. Ella se sintió muy mal consigo misma cuando abandonó el centro hospitalario, dejando allí a su compañero: él le había salvado la vida. Walsh había detenido su coche en medio del fuego cruzado, entre el tirador activo y su compañera. Eso es lo que se llama echar un capote y dos cojones. El fuego que él recibió iba claramente dirigido a ella.
En una de las entrevistas concedidas por la agente Stephanie, dijo: “Nunca es excesiva la formación que un agente de policía tiene que recibir. Yo misma era, hasta aquel día, de las que se quejaba cada vez que recibía la orden de acudir a la cancha de entrenamiento. Hoy creo que la capacitación es lo que únicamente puede salvarnos la vida. Si no hubiera entrenado la resolución de interrupciones (encasquillamientos) y las recargas de emergencia, hoy no estaría viva”.
Esto se llama lección aprendida. Stephanie admite que ahora siempre juega al rol. Cuando está en cualquier situación, esté o no de servicio, se plantea qué haría en ese instante si se produjera una emergencia. Así siempre tiene una posible respuesta predispuesta, valga la redundancia, ante el estímulo que pueda surgir. Su mente está tan preparada como su propia técnica: mentalidad de supervivencia, mentalidad táctica. Esto ya lo hacemos muchos, pero aquí nos llaman locos, flipados y friquis.
Stephanie Bellis Warner no siempre trabajó para la Policía de Brentwood. Antes estuvo dos años en el Departamento del Sheriff del Condado de Rutherford, también en el Estado de Tennessee. En aquel cuerpo se convirtió en la primera mujer que superó el curso de capacitación SWAT (Unidad de Asalto). En el departamento de Brentwood no sólo fue patrullera urbana, también ejerció como negociadora de secuestros y como agente CSI (Investigación en la Escena del Crimen, o Policía Científica).
Tras el tiroteo, tanto ella como el sargento Walsh recibieron numerosos reconocimientos profesionales, destacando la máxima condecoración que se concede en Estados Unidos: el Corazón Púrpura. El presidente George Bush impuso tal distinción. A ambos heridos, así como a los demás intervinientes en la resolución del suceso, les concedieron otro premio en Washington, otorgado esta vez por la Asociación Nacional de Organizaciones Policiales. Después de todo lo acaecido, la vida siguió y Stephanie se casó con su novio, un sargento de policía de una ciudad cercana a Brentwood. Hoy tienen dos hijos y manifiestan públicamente que son felices. Otra vez como en las películas de los domingos por la tarde.
Conclusión
Hay que entrenar, entrenar y entrenar. Les insto a que acudan a todos los entrenamientos a los que sean convocados, y que lo hagan con interés. Si los ejercicios de reciclaje que nos brinda nuestra organización no son serios y, por el contrario, son a todas luces insulsos e incompletos (la mayoría se encuentra en esos parámetros), recabemos a los sindicatos y a nuestros jefes una formación que no hurte la verdad. Exijamos una instrucción seria, completa, de calidad y real. Clamemos compromiso del bueno, no del barato que se lleva el viento, cual palabra vacía y estéril.
Apunte personal
Aunque muchas veces no queramos verlo, o creerlo, en España se producen muchos enfrentamientos policiales con armas. Por suerte, son menos que en Estados Unidos. Muchas veces no se llega al intercambio de disparos porque la parte de los buenos, la nuestra, cae pronto, o simplemente deja que todo acabe y fluya sin tener que intervenir: “tira por ahí, que llegar el primero es de panoli (quien lo niegue, se define)”. Otro apunte. Demasiados instructores embusteros e ignorantes sostienen que ante un arma larga es mejor no luchar y ponerse a rezar. ¡Pues no, yo lo niego y me resisto a llevar y traer esta asquerosa mentira! Siempre hay que procurar lo imposible. Si se intenta y se está mínimamente preparado, la suerte seguro que se alía un segundo con nosotros. Podemos vencer, solo hay que creer en ello y estar mentalizado, o sea, haberlo pensado y meditado antes. No necesariamente se trata del arco y de la fecha, el indio es quien realmente tiene peso y valor en este asunto.
3s Comentarios
kapy
Ufff se hace eterno el cambio de cargador… que mal rato…
Gran articulo como de costumbre!!
Ernesto Pérez
Ves, Kapy, y eso que lo hace alguien con entrenamiento. Es lo que digo, en la vida real, cuando el malo deja de ser de cartón, lo fácil en la galería se torna complicado; y lo complicado en casi imposible.
PL
Da la impresión que no agota la munición sino que sufre una interrupción. Al realizar el cambio de cargador no le basta con apretar el botón de expulsión sino que tiene que utilizar su mano débil para extraerlo, quizás se haya producido una sobrealimentación por fallo de expulsión de la vaina.
Quizás sea motivada por el estrés o al ver que el cargador no cae de manera natural se ayuda de su mano izquierda.