Autor: Ernesto Pérez Vera
Tener un arma de fuego no es una moda. Para algunos es una obligación y para otros una opción. Para determinadas personas, lamentablemente, es una necesidad. La imposición únicamente afecta a militares y policías, amén de aquellos que en el sector privado de la seguridad prestan servicios con armas (licencia de armas tipo C).
La alternativa voluntaria es amplia, pues además de los ciudadanos particulares aficionados a practicar el tiro deportivo y la caza (únicamente con armas largas), también los funcionarios titulares de la licencia tipo A pueden poseer y llevar consigo armas cortas en horas ajenas al servicio, ya sean éstas de dotación oficial o de adquisición personal.
Podríamos pensar que todos los que legalmente pueden llevar armas ocultas bajo la ropa lo hacen. Pero no es así. Muchísimos de los que pueden hacerlo rehúsan a tal derecho, mientras que muchos de los que no pueden hacerlo sueñan con lograrlo.
Pero atención, hay agentes de la autoridad trabajando de paisano que a veces salen inermes a la calle. Sí, parece mentira, lo sé…, pero es parte de la pringosa realidad que acontece. Más de uno alega que para qué va a llevar la fusca si no va a matar a nadie, siendo esto una manifestación mil veces oída por mis fatigados oídos. Hay quien considera que echarse la pipa encima solo vale para acarrear un peso estúpido, beneficiándose de la ventaja que proporciona vestirse con ropa de calle, para disimular su peligroso desinterés para con el trabajo.
Sé de quienes llevan los cargadores sin munición o a media carga, en aras de un absurdo e inapreciable alivio de lastre. Para esto último no hace falta estar adscrito a una unidad de Policía Judicial, también hay irresponsables que patinan sobre la ética luciendo uniforme. Sinvergüenzas de pólvora mojada, les llamo yo. Por cierto, estos papanatas suelen creerse mejores que los demás, más listos, pero sólo son unos mierdas que no merecen lo que seguramente algún día le regalaron por conocer íntimamente a alguien, o por dejarse conocer íntimamente por alguien.
Pero al margen de los profesionales de determinadas escalas de las Fuerzas Armadas (FAS) y de todos los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FYCS), sin olvidarnos de los miembros de Vigilancia Aduanera, personal que sin estar encuadrado en las FYCS sí que son agentes de la autoridad en el ejercicio de sus funciones como los policías, existen ciudadanos habilitados para ir armados por la calle al amparo de la licencia de armas tipo B. Gente como algunos joyeros, políticos, víctimas del terrorismo, profesionales de la Judicatura, o exmiembros de las FYCS y de las FAS que se hallan en situación administrativa de no activos, por ejemplo jubilados, o en excedencia.
Ir empalmado, como se le llamaba en el argot a ir disimuladamente armado, otorga una innegable seguridad subjetiva. Pero tener un hierro con balas debajo del jersey no garantiza la supervivencia, aunque sin lugar a dudas es mejor llevarlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no llevarlo. Si importante es tener a mano una pistola ante determinados acontecimientos, más importante aún es saber manejarla con destreza y seguridad. Solo así se acerca uno a la eficacia. Pero dado que estamos hablando de llevar el arma debajo del ropaje, o sea, en un lugar menos accesible que cuando se porta externamente, la debida colocación del arma y la correcta elección de la funda toman protagonismo a la hora de responder con celeridad y acierto frente a una situación de riesgo.
Si desenfundar desde debajo de una cazadora ya suma en contra de quien extrae el arma, hacerlo con varias prendas de abrigo incrementa las posibilidades de toparse de bruces con un fiasco. Si incluso entrenado esta maniobra no siempre se podrá responder con solvencia, tratar de reaccionar con garantía sin haberse ejercitado anteriormente puede suponer un caos. Mucho tiro en seco, amigos. Repetición, repetición y repetición.
No soy de esos que para todo tipo de eventos llevan la pistola en la misma funda. No, por numerosas razones, siendo la principal que no toda mi indumentaria me permite llevarla con disimulo en la misma ubicación. De entrada, porque durante la primavera y el verano visto con prendas ligeras por aquello del calor, si acaso no prolongo la misma vestidura hasta bien entrado el otoño, lo que no pocas veces dificulta la discreción del porte. Además, me niego a cambiar mi forma de vestir, rancia si quieren, por mor de ir provisto de un arma: la pistola está a mi servicio, y no al revés.
Desde el año 2000 no utilizo más que pistoleras construidas con Kydex, ese material plástico, moldeable y resistente que permite fabricar fundas rígidas que retienen el arma pasivamente por el arco-guardamonte, ofreciendo tal seguridad que se hace innecesario reforzar la funda con broches, corchetes, cintas, velcros, etc.
No obstante, estas fundas de Kydex acostumbran a tener un tornillo que regula la presión de la retención. Como he insinuado antes, cuento en mi haber con una rica variedad de fundas para casi todo tiempo y circunstancia, sintiendo especial predilección por las fundas interiores. Actualmente, abuso de una AMG Holster modelo D, un buen producto hecho en España, por fin.
El modelo D cuenta con un único anclaje al cinturón, amplio él para garantizar la sujeción, que se regula mediante un tornillo, lo que favorece la elección del ángulo de portación final, así como el de empuñamiento a la hora de la extracción. Para asegurarme su utilización con cinturones de diversas anchuras, el fabricante me sirvió el producto con 2 anclajes de diferentes tamaños, fácilmente permutables. Hasta este momento siempre había comprado fundas de color negro, sin embargo en esta ocasión la pedí con el acabado mimetizado digital boscoso típico de los Marines norteamericanos, el Marpat, denominado color número 11 por AMG Holster. Por cierto, todos los productos ofrecidos en catálogo son personalizables.
Para ir acabando y no aburrirles más, destacar que la ventaja táctica más significativa y valiosa que ofrecen las fundas de Kydex es, especialmente en el caso de las interiores, que tras el desenfunde siempre permanecen abiertas en espera de la devolución del arma. Esta virtud nunca es baladí: garantiza el retorno con fiabilidad y rapidez usando solamente una mano, incluso en momentos de tensión.
No siempre se puede decir lo mismo de las fundas convencionales confeccionadas con piel, cordura, etc., puesto que estos materiales normalmente propician que el cuerpo de la funda se cierre sobre sí mismo cuando queda vacía, teniendo el operador que emplear ambas manos para colocar el arma en su sitio: los dedos de la mano de apoyo, que no débil, se encargarían de abrir una bocana en la funda para que la mano diestra pueda ir buscando el hueco.
A veces incluso habría que recurrir a un amago de la danza del vientre para meter barriga y que ello ayude a la correcta entrada del arma en su templo. Muchas cosas que hacer, lo que matemáticamente aumenta las posibilidades de cagarla. Lo sencillo y simple, y cuanto más simple mejor, es lo que más fácilmente puede culminarse en momentos emocionalmente complicados.
A tenor de las noticias que continuamente nos llegan, a parte de las imágenes virales que nos invaden a través de la televisión y de las redes sociales, del ambiente que se palpa y del miedo que se respira, parece que es ya tiempo de armarse con compromiso. No es momento de más esperas, es hora de prevenir y de actuar a demanda. La liebre, puñal en mano, puede saltar en cualquier esquina. Ya ha caducado la vieja y manida idea imperante en el seno de la comunidad policial de que es de locos, de friquis y de rambitos llevar la pistola encima en horas francas de servicio.
Por cierto, y de verdad que ya termino, un servidor es partidario de ubicar este tipo de fundas, me refiero a las interiores, en la zona del apéndice.
Fdo: Ernesto Pérez Vera