Creo que fue allá por 2007 cuando empecé a escribir sobre los informes anuales que emite la Oficina Federal de Investigación de los Estados Unidos, el famosísimo FBI, que por supuesto no requiere ser presentado. Apuntar, si acaso, que esta organización policial depende del Departamento de Justicia, lo que para nosotros los españoles sería el Ministerio de Justicia. Los referidos informes vienen a denominarse informe LEOKA, acrónimo de Law Enforcement Officers Killed and Assaulted: Agentes de la Ley Atacados y Asesinados.
No obstante, tengo que decir que llamar informe a lo que hace el FBI con las pruebas recabadas en todos los homicidios de miembros de las fuerzas de seguridad yanquis, es quedarse muy corto. Los federales recaban tantos datos relacionados con estos fallecimientos que los documentos que elaboran han de ser venerados, cuales doctas tesis magistrales. Y es que con tan abundante acopio de reseñas crean estadísticas referidas a, por ejemplo, las distancias de los encuentros a muerte; la cantidad de disparos que realizan tanto los policías como los criminales, así como los calibres utilizados, si es que los atentados se ejecutan con armas de fuego; los tipos de armas empleadas por ambas partes; la actividad policial que desarrollan las víctimas durante tan luctuosos eventos; las franjas horarias a las que se perpetran los atentados; los agentes que, en números, se protegen balísticamente; los años de servicio de los fallecidos; y, así, hasta un extenso etcétera.
Lo mejor de todo es que la información obtenida es desmenuzada, revisada, estudiada, analizada y dada a conocer, sin restricción alguna, al público en general. Algo totalmente impensable en España, donde, por supuesto, nada de esto se hace, dado el nulo interés mil veces acreditado tanto a nivel institucional como sindical, y cuando digo institucional me refiero, como es natural, al conjunto de las fuerzas policiales. Nuestras administraciones suelen hacer, cuerpos de policía incluidos, justamente lo opuesto a lo que venimos contando: ocultan los pocos datos archivados existentes, no analizan lo documentado, que también es escaso, y desprecian toda posible lección de aprendizaje, en vez de agarrarse a los datos para crear protocolos realistas y eficaces, y modificar los planes de formación. Nosotros encubrimos y fecundamos las miserias y los embustes. Aquí abonamos las leyendas urbanas y fomentamos los tabúes.
Pero volviendo a los americanos, a los gringos, destacar que este tipo de análisis no son cosa del siglo XXI, ni de la era de los ordenadores y las nuevas tecnologías. Los yanquis dieron sus primeros pasos en este campo numérico-policial mientras aquí nos estábamos matando, a garrotazo limpio, entre rojos, azules, naranjas y morados. Si bien desde 1937 el FBI siempre ha emitido 1 dosier anual sobre los agentes asesinados el año anterior, entre 1972 y 1982 tuvieron que elaborar 2 sumarios anuales: fueron años terribles, con una ingente cantidad de funcionarios derramados en las calles de aquel país. En septiembre de 2001, como consecuencia del brutal ataque terrorista sufrido por EEUU, 71 agentes fueron masacrados en el ejercicio de sus funciones. En el LEOKA 2002, correspondiente al ejercicio anterior, no fueron incluidas estas víctimas, por lo que estadísticamente no se sumaron a los 70 policías que habían perdido la vida en el curso de intervenciones policiales normales y corrientes. Las singulares circunstancias del suceso así lo aconsejaron.
Resultan fundamentales, en tan pormenorizados y concienzudos trabajos, los datos estadísticos que relacionan el tipo de servicio ejercido por los finados y las distancias a las que fueron acometidos. Esta es, para un servidor de ustedes, la principal lección que ha de aprenderse de los leokas. Porque a través del estudio de tan crucial información podemos obtener conclusiones que, una vez teorizadas y aplicadas al día a día, ayuden a prevenir lutos y llantos. Todo esto resulta imprescindible a la hora de diseñar entrenamientos realistas, alejados de lo puramente deportivo y espectacular, que por divertido que pueda ser, que lo es, dista mucho de la durísima realidad a la que hay que sobrevivir ahí afuera.
Hablemos del LEOKA 2015, el último informe preliminar hecho público por el FBI, que será elevado a definitivo dentro de no muchas fechas, seguramente con añadiduras. El titular es: sólo mataron a 41 policías. Y digo que sólo fueron 41, pese a que la cifra es para salir corriendo, porque el año anterior se cargaron a 51. Cuando de un año para otro te matan a 10 compañeros menos, es para celebrarlo, ¿no?
Más información. En el trascurso de algunas labores propias de las unidades de Policía Judicial, como son las investigaciones, las vigilancias discretas y los seguimientos a personas sospechosas, murieron 9 funcionarios. Durante operaciones tácticas, tales como detenciones en el curso de entradas y registros, fueron 7 los pasaportados a la otra vida. “Por favor, deme su permiso de conducir, que voy a denunciarlo por no respetar la luz roja del semáforo”, fueron las últimas palabras que pronunciaron 6 patrulleros. En premeditadas emboscadas perdieron la vida 4. Atendiendo requerimientos ciudadanos por problemas domésticos y familiares, 3 fueron los perecidos. A otros 3 se los cepillaron cuando procedían a la comprobación de posibles robos, y a 1 más lo asesinaron cuando ya estaba persiguiendo a un ladrón. No se tiene certeza de qué actividad sospechosa indujo a 3 policías a olisquear no sé qué pistas, pero murieron los 3. A 2 los mataron cuando conducían o custodiaban a privados de libertad, y a otros 2 mientras intervenían con personas mentalmente inestables. Y, por último, 1 fue eliminado cuando ejecutaba una detención, no poseyéndose más razón del caso.
En 2015, ningún policía murió como consecuencia de las lesiones infligidas por armas blancas, pero eso sí, se contabilizaron bastantes heridos. De las 41 víctimas mortales, 38 recibieron plomo caliente procedente de armas de fuego y 3 fueron deliberadamente arrolladas por homicidas armados con vehículos turismo. Respecto al tipo de armas utilizadas contra quienes la palmaron, en 29 incidentes se disparó con armas cortas (pistolas o revólveres); en 7, con armas largas rayadas (rifles, fusiles); y tan solo en un homicidio fue usada una escopeta, o sea, un arma larga de ánima lisa. En otro caso no consta qué clase de arma se usó. Otra vez me veo forzado a decir que 41 policías muertos no son tantos, si tenemos en cuenta que, solo con armas de fuego, se perpetraron 442 atentados durante aquellos 12 meses.
Ojo y mucha atención a lo que viene ahora. Toca pensar, para luego rumiar y madurar lo pensado. Del total de 41 agentes enviados con San Pedro, 30 llevaban chaleco antibalas en el momento del incidente. De los 41, solamente 6 lograron abrir fuego con sus armas; 6, sólo 6. Sin embargo, otra media docena lo intentó: desenfundaron tarde, sin conseguir disparar. Y otra media docena más fue violentamente desarmada, sin bien solo la mitad, 3 policías, fue plomeada con sus propias pistolas. ¡Ah! Estamos hablando de 41 homicidios repartidos en 38 eventos. Hagan sus cuentas, mediten y pónganse las pilas.
Ya es hora de que en España hagamos algo similar a lo que hacen en el FBI, porque aquí también nos matan, nos hieren y nos hacen cagarnos por las patas abajo, aunque después omitamos al mundo tan escatológica y fisiológica reacción.
1 Comentariro
PEDRO
En España lo único similar que tenemos es gracias a ITEPOL con sus estadísticas anuales…
http://www.itepol.com/comunicado-e-p-v-i-v-2015/