Hoy en día las enfermedades y lesiones relacionadas con los puestos de trabajo han cobrado un interés especial. Surgen nuevos ámbitos de estudio que tratan de identificar los factores laborales causantes de las mismas, con el objetivo de eliminar, prevenir, o reducir lo máximo posible sus consecuencias. Los miembros de las fuerzas de seguridad, en el ejercicio de sus funciones, están expuestos a diversos agentes estresantes que contribuyen de una manera directa a la merma de su salud física y psicológica.
El trabajo a turnos, el estrés de ciertas actuaciones, el entrenamiento, los incidentes con sujetos, los accidentes, y en general las propias características del trabajo policial incrementan exponencialmente el riesgo de padecer enfermedades como el cáncer de colon, diabetes, problemas cardiovasculares, artritis y ulceras, así como todo tipo de lesiones musculares, óseas y articulares. Este deterioro de la salud se relaciona con el aumento de una posible muerte prematura en agentes de policía en comparación con una muestra de población no dedicada a estas labores.
En varios estudios realizados al respecto, se ha comprobado que el fallecimiento por causas naturales entre los miembros de policía de EEUU se produce entre 2 y 5 años antes que en sujetos de la misma edad no dedicados a labores de seguridad (Bullock, 2007). También se observó cómo un alto porcentaje de agentes presentaba problemas de salud significativos para el desarrollo de labores de patrulla o seguridad ciudadana, y como consecuencia de ello un tercio de los sujetos obtenía la jubilación forzosa por causa médica (Tuohy, Knusse y Wrennal, 2005).
Existen pruebas que corroboran que debido a las labores de patrulla diarias que realizan agentes destinados en seguridad ciudadana, la zona lumbar de la espalda sufre tensiones, presiones, pesos y posturas no adecuadas que provocarán periodos de dolor, pudiendo llegar a cronificarse. El peso del cinturón y los elementos propios del trabajo policial, así como largos periodos sentados o de pie provocan que cerca del 55% de los agentes experimenten dolor en la zona lumbar definido como crónico, y un 76% de ellos los haya sufrido en solo el primer año de trabajo como policía, cuando anteriormente al desempeño de estas labores admitían no tener problemas en esta zona (Lane, n.d).
Aun así, el mismo autor comprobó que existía una relación directa entre la condición física del sujeto y la probabilidad de sufrir problemas en esta zona, es decir, agentes de policía con mejor condición y preparación física presentaban menos probabilidades de padecer molestias lumbares. En general, los agentes destinados en tráfico (según las estructuras usadas en cuerpos de seguridad de EEUU) presentaban más problemas en esta zona de la espalda debido a los largos periodos de conducción que se ven obligados a realizar (Gyi y Porter, 1998).
Los autores Tsismenakis, Christophi, Burress, Kinney, Kim, y Kales (2009) analizaron los niveles de IMC (Índice de Masa Corporal) de miembros de emergencias (agentes de policía, miembros de servicios de extinción de incendios y personal sanitario) en el estado de Massachusetts. El 8% de los análisis dieron como resultado un IMC por debajo del peso normal, un 22,4% peso normal, un 43,8% peso superior a la media y un 33% presentaban IMC relacionados con la obesidad. Todo esto repercute directa y negativamente en el rendimiento en el trabajo, la baja tolerancia a la actividad física o a requerimientos físicos, así como el empeoramiento de factores determinantes en la salud. Si bien es cierto que aspectos como la obesidad en agentes de policía de EEUU puedan no ser extrapolables completamente a las policías europeas, debido a las características sociales del propio país, estos resultados nos pueden aportar ideas y conocimientos significativos en el área que nos compete.
Los mismos autores anteriormente citados observaron que los miembros de policía tenían más probabilidades de sufrir algún tipo de accidente cardiovascular. Realizaron un análisis comparativo entre dos grupos de control, el primero formado exclusivamente por policías, y el segundo por una muestra de población. Los resultados mostraron que en el primer grupo existían más riesgos de sufrir algún tipo de enfermedad del aparato cardiovascular, niveles altos del síndrome metabólico, diabetes tipo II, hipertensión y colesterol. Los policías analizados serían más propensos a fallecer por una de estas causas.
Por último, los niveles altos del síndrome metabólico se han relacionado con el trabajo a turnos, es decir, con las horas anormales del trabajo de policía (Violanti, Burchfiel, Hartley, Mnatsakanovan y Fekedulegn, 2009). Debido a las características de los turnos de trabajo, la cantidad y calidad del sueño, así como los hábitos de vida saludables, se ven alterados provocando el incremento de niveles de triglicéridos, HDL, colesterol y glucosa. Los autores Klawe, Laudencka, Miskowiec y Tafilklawe relacionaron las características de los turnos de trabajo con un mayor desgaste físico y psicológico que indudable y directamente contribuyen al empeoramiento prematuro de los miembros de las fuerzas de seguridad. Como dijo Thomas Dekker, “dormir es la cadena de oro que une salud y cuerpo”.
Es por todo esto por lo cual debemos de ser conscientes, si no lo somos ya, de que nuestra profesión conlleva unos riesgos significativamente mayores a otras. Ya no solo los riesgos obvios de esta profesión que cualquiera a simple vista podría apreciar (agresiones, accidentes de tráfico…) si no por otros peligros “latentes” que de ninguna manera podemos olvidar. Sin salud la vida no es vida; es solo un estado de languidez y sufrimiento – una imagen de la muerte- (Buddha).
Autor: Jonatan Manzano Callejo