Estas líneas no pueden empezar de otro modo que no sea mostrando mis más sentidas condolencias a los familiares, amigos y compañeros de Alejandro, Policía Local de Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real) que el pasado 26 de octubre perdió su vida en acto de servicio. Descansa en paz compañero. Vaya igualmente mi pésame para familiares y allegados del vecino que también resultó asesinado en tan luctuoso suceso, y mi ánimo para los heridos, a los que les deseo una pronta y total recuperación.
Un pequeño pueblo de Ciudad Real, de aquellos en los que nunca pasa nada, el pasado día 26 de octubre se tiñó de luto, quiso el infortunio que se aunaran inestabilidad mental con armas, pésima combinación desde luego, y como siempre los primeros en llegar, en correr hacia los disparos, fueron los patrulleros de a pie, policías locales en este caso, aquellos que salen a la calle con lo puesto y a los que se forma en lo básico, en aquellas materias que políticamente están de moda y poco más. Porque aquí nunca pasa nada.
Una tragedia como esta, de la que nada positivo se puede extraer, debería servir al menos para que lleváramos a cabo una reflexión serena y profesional de lo ocurrido para tratar de evitar que algo así se repita. A estas alturas ya no espero milagros, sé que este análisis no se va a producir, en su lugar tendremos un par de días de tertulias televisivas con pseudo-expertos de todo y quizás, como en otras ocasiones, imágenes de un entierro con honores que resulta mucho más barato a la administración, incluso más vistoso, que implementar los medios para que no tengamos que lamentar nuevas pérdidas: formación y medios.
Se sorprenden muchos al conocer del arma utilizada por el agresor, un rifle con mira telescópica y munición de guerra decían en algún medio, como si esto fuera algo de difícil acceso en nuestro país. Obviamente uno no puede acudir a un centro comercial y comprar un arma de estas características, pero en España existen en circulación más de dos millones de armas de caza legales, esto incluye mayoritariamente escopetas, pero también rifles como el empleado por el asesino de Argamasilla, que en este caso era del potente calibre .30-06 Springfield, uno de los calibres más habituales, si no el más habitual, de los empleados para la caza mayor en nuestro país.
Lo que en cambio no sorprende a nadie, quizás porque a nadie interesa y no llega a trascender, es que los primeros policías en llegar a este y a otros muchos incidentes violentos, los patrulleros que vigilan las calles de grandes ciudades pero también de pequeños pueblos, tienen que enfrentarse a estas amenazas con una simple pistola, cuando no un vetusto revólver, que porta una munición inadecuada para entorno urbano y con una formación que salvo honrosas excepciones, no excede de los 50 cartuchos anuales disparados en condiciones que se asemejan más al tiro olímpico que a la emulación de situaciones reales de enfrentamiento; es decir se cubre el expediente sin más, y eso cuando se cubre.
Pero lo que me parece todavía peor, es que ante esta circunstancia y el interés de los policías en formarse en esta materia tan importante aun a costa de su tiempo y dinero, surgieron las interpretaciones torticeras, anacrónicas, incluso ilegales, del Reglamento de Armas para acabar por erradicar la oferta privada de cursos de tiro para policías, con órdenes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional que amenazaban con expedientes a aquellos de sus miembros que acudieran a este tipo de cursos. Esto no es nuevo, esto viene del 2017 y desde entonces la actividad formativa de estos cuerpos no se ha visto incrementada, es decir no te formo, pero tampoco dejo que te formes.
En las Policías Locales es aún peor, no solo se ven también limitadas en cuanto a la organización y asistencia a cursos de iniciativa privada o incluso pública (las Intervenciones de Armas se han encargado de que resulte imposible celebrar un curso de tiro), si no que además los policías locales acaban llevando la munición en sus cargadores que el interventor de armas de turno le permite, pues lo general es que de manera arbitraria se aplique a las policías locales el marco legal que el reglamento de armas establece para los particulares, cuando es evidente que no debería ser así. Ante esto las jefaturas de policía suelen acatar y agachar la cabeza… Total si nunca pasa nada. Así, aunque esté más que demostrado que la munición blindada es menos eficaz y sobre todo en entorno urbano, más insegura por el riesgo de sobrepenetración, esta munición es la mas comúnmente empleada policialmente. Sin embargo, las Intervenciones de Armas se aseguran de añadir una coletilla en las autorizaciones de compra de munición de las Policías Locales que reza algo así como “Esta autorización no ampara la adquisición de munición de punta hueca, expansiva, dum-dum…” No vaya a ser que los municipales acaben llevando mejor munición que la “policía de verdad”, pensarán algunos en sus poltronas. Compren ustedes pistolas RAMON o JOSE MANUEL si les place, pero dejen que nosotros hagamos lo propio dentro de lo que el Reglamento de Armas nos permite.
Las limitaciones alcanzan a la adquisición de cartuchería a nivel particular por parte de los policías, en cuanto a número y tipo de munición y a la inexistencia de instalaciones donde poder entrenar situaciones que emulen enfrentamientos reales, así que no le des más vueltas: Un policía no tiene forma humana (legal) de entrenar tiro policial.
En cambio un cazador, eso es otra cosa, la caza mueve mucho dinero en nuestro país, y contra esto las Intervenciones de Armas se cuidan mucho, un cazador acude a su armería y puede elegir entre una infinidad de calibres, proyectiles, puntas huecas, deformables, fragmentables….eso sí, el dibujo que ilustra la caja de munición suele ser un jabalí u otro animalito, imagino que eso será limitación suficiente y garantía de que solo y exclusivamente se va a emplear para cazar.
Espero que se me entienda, no se trata de limitar más a los cazadores, es simplemente que carece de toda lógica que en cualquier escopeta pueda dispararse cualquier tipo de proyectil y que un policía no pueda llevar una munición que es más eficaz y segura.
Otro aspecto a considerar en cuanto a los medios a disposición de los patrulleros, se da la triste circunstancia de que casi en cualquier domicilio particular de Argamasilla habría armas más adecuadas para enfrentar la amenaza que acabó con la vida de dos personas e hirió a otras tres, que aquellas con las que los primeros intervinientes tuvieron que reaccionar, pero claro se hace difícil hablar de dotar de armas largas a las Policías Locales cuando somos incapaces de formarnos correctamente en el uso y manejo del arma corta, ni de exigir el trato legal que merecemos y que establece el Reglamento de Armas vigente.