Si fuésemos franceses, alemanes, suecos o gringos, seguramente seguiríamos produciendo frondosas españoladas. Lo da la tierra, y la tierra tira. Mira que tenemos cosas buenas y únicas en España. Mira que podemos dar lecciones magistrales de cómo hacer mil cosas. Pero nada, nos pone mucho más lo ‘typical Spanish’. Nos encanta dejar las cosas a medias. Qué ibérico; qué nuestro.
La Real Academia Española define ‘españolada’ como la “acción, espectáculo u obra literaria que exagera y falsea el carácter español”. Una segunda acepción define ‘españolada’ como “cualquier esfuerzo ostentoso, desmesurado y desajustado a su fin, o que da un fruto misérrimo, o ninguno, porque su propósito está mal concebido desde el principio”. En definitiva, algo así como matar moscas a cañonazos o parir una cagada.
Muy rara vez vemos una película española en la que aparezcan policías o militares debidamente uniformados y dotados de armamento acorde al momento histórico que se pretende representar. Las descolocaciones suelen ser tan descaradas y chapuceras que caen en lo absurdo, en la chabacanería y en la risa. Algunos sentimos vergüenza ajena. Recuerdo una escena en la que un personaje autóctono, maestro de esgrima en la era napoleónica, presumía de sus condecoraciones militares mostrando a cámara una insignia de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, de la década de los años 80 del siglo XX (casco de motorista incluido). Cuánto ridículo, por Dios. Pero qué poquísimo rigor.
¿Qué más decir de los uniformes y de las condecoraciones en el celuloide patrio? La cagamos de lo lindo. Diarrea, fotograma a fotograma, filme tras filme. Cualquier día nos visten de general a Chiquito de la Calzada para hacerlo pasar por Franco, luciendo la Medalla de la Orden de Lenin con el pasador de la Medalla de Honor del Congreso. No lo vean tan descabellado, porque cosas muy similares se han visto ya.
La última gran producción española que he visto en el cine es “Palmeras en la nieve”, una historia amorosa sobre Guinea Ecuatorial en 1953, cuando aquel territorio aún era colonia española (Guinea Española). En un momento determinado se ven imágenes de soldados africanos sosteniendo en sus manos subfusiles Star Z-45 (calibre 9 Largo), algo obvio por la época y por la españolidad de las armas y de la zona geográfica; así como fusiles de asalto rusos AK-47, todo un despropósito teniendo en cuenta que el jefe del Estado del momento no era especialmente amigo de lo soviético. No olvidemos, además, que la historia trascurre en plena Guerra Fría y que el general Franco ya había firmado los primeros acuerdos ejecutivos con el Gobierno de Estados Unidos (Pactos de Madrid).
Que el Kalashnikov ya existía está más que claro, pero que al día siguiente de proclamarse la independencia (1968) las tropas guineanas del nuevo país ya pudiesen tenerlo…, no lo veo tan probable. Creo que hubiese sido más sencillo y realista utilizar, por parte de la productora, subfusiles Z-45 para todos los extras que hacían las veces de soldados. Pero tampoco habría supuesto un esfuerzo excesivo alquilar 3 o 4 fusiles de cerrojo tipo Mauser, españoles o no, porque seguramente hubiesen pasado del todo desapercibidos. O tal vez más fácil hubiera resultado pillar varios CETME B o CETME C, porque eso era lo que usábamos en aquella época de marras.
Y hoy, viendo “Alakrana”, la miniserie de Telecinco que cuenta el asalto y secuestro del pesquero español en el Índico, he descubierto que aunque los piratas somalíes esgrimen numerosos AK-47 (réplicas similares, en realidad), arma archiutilizada por aquellas latitudes, también aparecen armados con fusiles de asalto CETME LC. Sí, el fusil verde con la culata retráctil. ¡Por favor, hombre, eso no se lo cree nadie! ‘Kalakas’ para todo el mundo hubiese sido lo suyo. Un apunte más: los malos contaban, igualmente, con unos cuantos ejemplares del anacrónico y atemporal subfusil Z-45. Menos mal que al director no le dio por colar ningún revólver Peacemaker con la cara de John Wayne grabada en unas flamantes cachas de nácar.
En esta misma teleserie pueden verse hasta 2 embarcaciones neumáticas de nuestra vetusta Infantería de Marina, civilmente matriculadas en la Capitanía Marítima de Barcelona. Manda huevos. Las gomas, para colmo, lucen en la popa banderas españolas con la corona real, o sea, pabellones de recreo. Para mear y no echar gota. Sobre los azulejos del despacho del embajador español en Kenia decir, solamente, que son los mismos que tiene mi suegra en el patio andaluz de su casa. En fin, que por qué vamos a hacer las cosas bien cuando se pueden hacer mal y más baratas. ¡Ooolé!