Venimos escribiendo sobre si esta manera de practicar el tiro es más o menos acertada, sobre si una técnica es mejor que otra, hablamos sobre la duración e intervalos de tiempo entre práctica y práctica de tiro, de armas, tipos de munición… pero no se escribe mucho, o casi nada, sobre chalecos de protección balística, también llamados o conocidos como chalecos antibalas. Quiero desde estas líneas hacer patente que estamos ante una “urgente necesidad”. Esta prenda debería ser de dotación oficial para todos y cada uno de los Policías de España, entregándose junto con la pistola, el cargador, el uniforme, la defensa, los grilletes y demás elementos que conforman la identidad de un policía.
Recordando un poco la historia, ya las lejanas y caducas legiones romanas se perpetraban de corazas de metal, además de tiras de cuero grueso que servían de protección ante los envites de las espadas y lanzas enemigas. En el medievo, los caballeros se procuraban de armaduras; más tarde los ejércitos de esa época confeccionaban armaduras ya resistentes a las armas de avancarga, todo en una constante evolución de ambas partes. Y ahora, en pleno siglo XXI, con la tecnología, los avances y los materiales livianos con los que se confeccionan dichas prendas, vamos en mangas de camisa.
Los compañeros que ya están en la calle deberían ser titulares de un chaleco. No me refiero a esos chalecos que se llevan en algunos coches patrulla, y que lejos de ser chalecos son simples cartones, caducados la mayoría. Ni a otros esos que, sin alcanzar el nivel medio, por no decir mínimo u óptimo de protección frente a un impacto por arma de fuego, tampoco son aptos para detener una envestida con un arma blanca. Ni tampoco a otros chalecos de tallas exageradamente grandes o demasiado pequeños, o de que todos sean chalecos para hombres, ahora que tenemos la inconmensurable suerte de que el cuerpo policial lo conformen grandes profesionales del sexo femenino. Y para colmo, en la Policía municipal de Madrid se van a iniciar un par de expedientes disciplinarios por falta grave a dos compañeras que han rehusado ponerse chalecos de hombre, ya que éstos les producen dolores, rozaduras e incluso alguna lesión, contraviniendo así una orden que obliga a los agentes a llevar puesto el chaleco, ahora después de un año en alerta 4. Como siempre, ahora a corre prisas.
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Cómo se puede ordenar una directriz de esa índole y aún no haber dotado a todos los agentes con chaleco, tomando medidas contra ellos? Cuanto menos es rocambolesco. No me vale que ahora el estado, mediante la aprobación de la Secretaría de Seguridad, invierta una cantidad de dinero que sólo llega para comprar y dotar de chalecos a un grupo determinado de agentes. “Señores, todos somos iguales ante la calle y sus intervenciones”, y cualquier policía de España, pertenezca al colectivo que sea y esté en la calle, puede encontrarse con una actuación donde sea agredido con el uso de armas blancas o de fuego, menoscabando su vida. Para ello, no hace falta pertenecer a un grupo determinado con una especialidad determinada, solo hay que leer y ver las noticias que ocurren a diario en este país. Sumémosle a todo ello el condimento del terrorismo yihadista…
Hay que dotar con chalecos de protección balística de manera uniforme y colectiva a todos y cada uno de los policías de España, todos a una. Que son prendas caras, pues sí, pero son más económicos que la vida de un profesional de la seguridad, que la pérdida que se produce cuando un compañero nos deja.
Está claro que debemos entrenar, practicar y reforzar la asignatura de tiro, táctica y operativa policial, tanto dentro de la academia policial como fuera, una vez en la calle. Pero no olvidemos que siempre, en más o menos medida, estamos en peligro y esta prenda es una inversión a largo plazo.
El chaleco antibalas nos confiere una protección añadida a nuestra preparación policial, pero no nos confundamos, llevar el chaleco no es la panacea y no nos hace indestructibles, aunque eso sí, ayuda. “Cría fama y échate a dormir”. No, por favor, eso tampoco, de nada me vale que cuando me lo den lo deje en la taquilla o no me lo ponga, por lo menos cuando la situación lo requiera. Parar a ponértelo cuando sale una intervención no cuesta nada, como mucho 30 segundos.
“Un chaleco = una vida”. Dejémonos de monólogos inútiles y hagamos el esfuerzo económico que no es tanto esfuerzo y compremos chalecos para todos, y menos iPad, teléfonos y demás atrezos del teatro político que no son tan importantes como la vida de una persona.