Dos mejor que una: ¿Por qué no usar aquí armas back-up?

Cuando vemos policías americanos en la televisión solemos alabar la ostentación armamentística y de material de la que normalmente hacen gala, allí, los agentes de la autoridad. Si los polis en cuestión además protagonizan una película, ya entonces lloramos de envidia. Nos pasa lo mismo aquí, en España, cuando admiramos el equipamiento de nuestros compañeros de las unidades especiales, quienes además de aparecer con una pistola en el muslo o en el chaleco táctico también lucen un fusil de asalto o subfusil entre sus manos. Nadie se cuestiona si estos agentes realmente tienen que llevar consigo tan apabullante dotación: numerosos cargadores de treinta cartuchos para las armas largas y dos o tres para las cortas; amén, por ejemplo, de varias granadas aturdidoras.

Personalmente me parece acertadísimo que estos funcionarios lleven consigo todo lo que pudiera hacerles falta llegado el caso, lo que incluye, por qué no, varias armas por policía. Pero si ellos saben a dónde van y contra quién y cuándo se van a enfrentar, y llevan todo eso, ¿por qué un patrullero normal y corriente de pistola, placa y porra no lleva consigo un lógico refuerzo de material? Algunos, por no llevar, no llevan ni radiotransmisor, sino un teléfono móvil que se convierte en inoperable, ante la sacudida hormonal que sufrimos los humanos en situaciones de estrés por miedo.

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Policía estadounidense echando mano a su funda tobillera para extraer su arma back-up

Espero que a nadie se le escape que el policía que ahora mismo está poniendo una simple multa de tráfico en cualquier esquina solitaria, dentro de cinco minutos podría estar batiéndose el cobre en la puerta de un banco, de una joyería o de un supermercado, también cualquiera. Eso por no decir, por ejemplo, que podría verse escaleras arriba por un edificio en llamas en el que un malnacido hubiera prendido fuego a su casa con la familia dentro. Quiero decir, y lo digo, que los funcionarios patrulleros corrientes y molientes son, posiblemente, quienes con más recursos materiales deberían de contar a su disposición de modo inmediato, porque, en contra de la ventaja de la que disfrutan sus compañeros de operaciones especiales, ellos nunca saben si el ciudadano al que acaban de darle el alto en aquella esquina es un criminal que huye y que, sin previo aviso y sin haber levantado previas sospechas…, puede tratar de acabar con tan incordiantes uniformados. Ha pasado, está pasando y, seguramente, seguirá pasando.

El cine nos muestra polis americanos dotados de escopetas y/o fusiles de asalto en todos los coches patrulla, pero también nos traslada la suculenta, novelesca y atractiva imagen de agentes que portan dos o incluso tres armas cortas a la vez, estando siempre la segunda o tercera profundamente oculta o disimulada ante los ojos del público general. En la pantalla esto nos pone, nos gusta y nos hace fantasear (obviamente, a unos más que a otros), pero cuando se detecta que un igual hispano emula lo antedicho… lo sometemos gratuitamente a la crítica destructiva. En realidad, no hace falta ni echarse encima otro hierro para ser objeto de escarnio; el mero hecho de comentar tal posibilidad abre la veda de la sinhueso y de las descalificaciones. A este fenómeno de potar armas de respaldo o de apoyo, los anglosajones lo llaman back-up.

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Hoy en día encontramos armas de respaldo tan pequeñas que pueden portarse cómodamente en el bolsillo

Algunos pensarán que portar una segunda arma de puño, concepto general de arma corta de fuego que engloba a la pistola y al revólver, es una fantasmada. La verdad, no dudo de que alguno se la pueda echar encima junto con la sábana y las cadenas, pero confío en que la mayoría sabrá valorar la ventaja que proporciona tener una segunda oportunidad cuando todo parece haber caído al abismo. De todos modos, no hay que caer en la obsesión de ir armado y mirando para atrás en todas las esquinas.

Son muchos los supuestos que se pueden plantear en los que tener un arma oculta, sin conocimiento del agresor, puede suponer un giro a una situación adversa. La mayor parte de los policías con los que he hablado de este tema me han dicho que, aun no habiéndose planteado la opción de llevar un arma back-up, lo ven útil en los casos de desarmes violentos. No ven otras ocasiones en las que poder recurrir a tal respaldo. Pero lo cierto es que son muchas las hipótesis que se pueden dar, solo que casi todo el mundo se centra únicamente en esta: malo quita pistola al bueno. La verdad es que esto sucede muy poquísimas veces.

Siempre que hablo de este asunto recuerdo aquel concepto llegado desde el New York Police Department (NYPD): el cambio de cargador a la neoyorquina. El famoso instructor de tiro policial Jim Cirillo, que ejerció en el NYPD durante los años 60 y 70 del siglo XX, acuñó esta denominación y sistema. Durante un enfrentamiento ya en marcha y ante la necesidad de recargar el arma principal o de resolver una traba mecánica, Cirillo desechaba tal opción y extraía otra arma más pequeña que siempre portaba oculta a la vista de terceros. Por cierto, Cirillo siempre usó como arma back-up un revólver del calibre .38 Especial con cañón de dos pulgadas, o una pistola Walther PPK del 9mm Corto. A veces incluso llevaba ambas a la vez.

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Portada de un libro dedicado a la figura del agente del NYPD Jim Cirillo

Este afamado instructor falleció en un accidente de tráfico cuando contaba más de 70 años de edad, pero había participado, ¡ahí es nada!, en alrededor de 15 tiroteos. Trabajó la calle en la convulsa época de los mil y un atracos diarios a bancos, licorerías y farmacias de Nueva York. Creo que este tipo sabía lo que hacía. Abiertamente me declaro un admirador, un “ciriliano” ¡Ah!, por cierto, en Nueva York he podido ver a varios agentes uniformados portando el arma de respaldo a la vista: una pistola Glock tamaño estándar en la cintura pendiendo del cinto y otra de la misma marca, o un revólver pequeño, en una funda interior pero al alcance del ojo ciudadano. Esto se me antoja ideal para el referido cambio de cargador a la neoyorquina.

El uso del back-up podría ser crucial ante el “encasquillamiento” del arma principal. Incluso una persona entrenada podría verse ralentizada durante un enfrentamiento real, mientras trata de devolver su pistola a la situación de fuego. Son varias las posibles trabas que se pueden estudiar y la mayoría son de rápida y segura resolución cuando se está adiestrado; pero otras son imposibles de resolver eficazmente durante el curso de un enfrentamiento. Ante la temida doble alimentación o frente a un fallo mecánico del arma (avería en el peor momento), mejor extraer otra.

En Norteamérica no son pocos los policías que han salvado la vida gracias a que llevaban oculta otra arma de puño (otras veces no tan oculta). Otros hubieran dado cualquier cosa por tenerla. Pero lo cierto y real es que incluso allí se producen pocos desarmes y no siempre finalizan luctuosamente.

Estamos haciendo referencia a la opción más manida de todas, la del arrebato del arma por parte de un hostil; pero hay otras formas de perder el arma durante la prestación de servicios cotidianos que se complican. Otras veces no se pierde físicamente la herramienta, sino que desaparece su operatividad. He visto unas cuantas pistolas caer al suelo desde su funda durante persecuciones a pie, saltos de muros y enfrentamientos físicos violentos de esos que acaban con los policías revolcados por el suelo con personas agresivas. En todos los casos vividos por mí, que son unos cuantos, las pistolas siempre pudieron ser recuperadas, con más o menos rapidez, por otros agentes presentes. Pero del mismo modo que los buenos conseguimos agacharnos y recoger el arma de un compañero, un contrario también puede. Una segunda oportunidad hubiera podido ser, en estos casos y llegado el vital momento, llevar un arma de respaldo.

arma_backup_tobilleraDónde portar el arma back-up
El back-up, como es lógico, deberá ir casi siempre oculto a la vista de terceros, pero no por ello en un lugar inaccesible. El hecho de portar un arma difícilmente detectable no debe ser óbice para hacer de ella un uso más o menos rápido. El tobillo es la zona en la que tradicionalmente se han llevado estas armas durante la segunda mitad del siglo XX, hasta nuestros días. Pero los bolsillos también han sido muy usados, cuando las armas eran lo suficientemente pequeñas. Las sobaqueras también fueron muy recurrentes como lugar de portación de armas de apoyo. Todos recordamos haber visto en el cine a algún jugador de cartas extrayendo una Derringer o un pequeño revólver del interior de su chaqueta, ¿a que sí?

El mantenimiento del arma de respaldo deber ser tan importante o más que el cuidado que se preste a la principal. Al arma principal, por el mero hecho de serlo, siempre se le prestará más atención. La otra, por ser la secundaria, muchas veces será olvidada y poco mimada. Un error, sin duda. Ambas deben estar siempre a punto, pero si una de las dos puede verse algo más afectada por pelusas, polvo y roña ambiental es, muy probablemente, la segunda. Un arma que siempre está ahí abajo, en el tobillo por ejemplo, puede verse alcanzada por más partículas de polvo, arena o suciedad en general que el arma principal. La principal suele estar más alejada de estas contaminaciones. Doy fe de ello, como habitual usuario de tobilleras que he sido.

arma_backup_bolsilloAdemás, el arma principal estará tan a la vista que a poco que presente suciedad será detectada y la subsanación podría hacerse casi en el acto. Los que portan diariamente un arma en el tobillo, o profundamente escondida bajo la ropa, lo saben bien: el arma acumula más restos de indeseadas partículas. No obstante, las armas modernas son de tal calidad y fiabilidad que mucha suciedad tienen que tener acumulada para que dejen de funcionar. Otra cosa. Entre las pistolas semiautomáticas y los revólveres, las primeras siempre serán más sensibles a estos factores higiénico-ambientales.

Portar un segundo arma puede venir bien incluso cuando la principal funcione correctamente. Se puede dar una situación en la que la principal no pueda ser asida para repeler una acción. Es el caso de quienes trabajan como conductores de seguridad, portando un arma en un tobillo o en una sobaquera, incluso llevando la otra en la cintura. Hablamos de los escoltas y conductores de transportes de presos, por ejemplo. En el asiento de un coche no siempre se podrá acceder eficazmente al arma de la cintura, menos aún cuando se use el cinturón de seguridad, por ello, en tales situaciones, tirar de tobillera se presenta como una respuesta ideal. El acceso al arma del tobillo es más rápido y natural desde la posición física de un conductor.

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Un revólver con cañón de 2″ ha sido durante muchos años el arma back-up por excelencia

El arma
Respecto a qué tipo de arma elegir como respaldo, es sencillo: una que tenga cierta potencia, que sea mecánicamente fiable y que sobre todo tenga un tamaño que permita una buena ocultación. Pero lo del tamaño puede ser muy discutible. Aunque debe ser pequeña, muchos optan por armas excesivamente diminutas. Yo soy partidario de armas que, pese a su escueto tamaño, permitan un agarre mínimamente seguro y eficaz. Pero claro, si estamos hablando de un arma de respaldo para situaciones extremas que requieren de disparos casi a la desesperada, casi cualquier cosa será bien recibida y abrazada en tal situación límite.

El calibre no siempre es fundamental para provocar la muerte de una persona o la detención de una acción hostil, eso ya lo hemos visto en numerosísimos artículos. La gente muere incluso por disparos del calibre .22 (o menores). En este sentido, lo importante es la zona del cuerpo alcanzada por los impactos, pero lo que realmente vale de verdad es el órgano interno tocado por los proyectiles. Por ello, y para mayor aseguramiento del asunto, recomiendo usar un calibre que como poco sea el 9mm Corto (.380 ACP/Auto). En casi cualquier calibre medianamente potente, o muy potente, podremos encontrar armas de tamaño subcompacto y de bolsillo (ultracompactas). Eso sí, a mayor calibre, menor capacidad de carga se tendrá y, casi siempre, un mayor peso del arma se tendrá que soportar. En calibre 9mm Parabellum, .40 S&W, .45 ACP, .38 Especial o .357 Magnum se pueden encontrar infinidad de modelos de pistolas y revólveres de tamaños oportunos para ser empleados como armas back-up. El mercado está plagado de posibilidades que cubren todos los gustos y las necesidades de cualquier cliente.

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Compañías como la estadounidense NAA fabrican armas tan diminutas como estos mini revólveres del calibre .22. Desde luego, su ocultación es insuperable

En otros tiempos, relativamente no muy lejanos, no era posible adquirir con facilidad armas de 9mm Parabellum de segmento subcompacto o ultracompacto, por ello el nicho comercial se cubría con revólveres de dos pulgadas o con pistolas del 9 Corto, 7.65mm (.32 ACP) e incluso del 6.35mm (.25 ACP) y .22 LR. La cosa ha cambiado, y mucho. Hoy es muy fácil encontrar pistolas pequeñas con más de 7 cartuchos de capacidad en calibre 9 Luger y, además, con pesos y tamaños menores a los de los sempiternos revólveres de 2”. En estos mismos segmentos se encuentran muchas armas recamaradas incluso para calibres más potentes, pudiendo adquirirse potentísimos revólveres fabricados con titanio para aligerar su peso.

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El mercado actual ofrece un amplio abanico de pistolas subcompactas y ultracompactas con una notable potencia de fuego. Sobre estas líneas una S&W Bodyguard con puntero láser integrado

La logística tiene hueco en esta parcela. Un ejemplo: si como arma principal se porta una pistola Glock de segmento estándar o compacto, como back-up podría ser usada otra Glock de igual calibre pero en segmento subcompacto. En este caso, a la pistola más pequeña le servirían, perfectamente, los cargadores de repuesto del arma principal. Es lo que tiene Glock, que es muy universal. Con otras armas podría obtenerse la misma ventaja, como es el caso de muchas de la centenaria saga 1911.

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