Recientemente, mi joven amigo y compañero Rodrigo Mesa ha recogido el testigo que hace tiempo dejé guardado en algún cajón. Estoy refiriéndome, en concreto, a aquellos test evaluadores del comportamiento balístico terminal de los proyectiles de uso policial que, en calibre 9mm Parabellum, más fácilmente pueden adquirirse a día de hoy en el mercado español.
En efecto, estos párrafos vuelven a tratar la expansión y transferencia de energía de las balas cuando impactan en cuerpos blandos, lo que con ropa o sin ella somos las personas, con independencia de que determinados órganos internos puedan estar conformados por tejidos duros, flexibles, huecos, etcétera.
Como quiera que los seres humanos solemos estar revestidos de prendas de abrigo u ornato confeccionadas con materiales textiles de todo tipo, los bloques de gelatina balística contra los que Mesa disparó se hallaban recubiertos de una cuádruple capa de tela vaquera. Quiere esto decir que las puntas, antes de entrar en contacto con el gel balístico, tenían que atravesar los dos perniles de un pantalón vaquero, de un tejano, de unos “jeans”; o sea, de tela denim o mezclilla.
La prueba, llevada a cabo desde dos metros de distancia, un rango muy habitualmente observado en los encuentros armados, se ejecutó con una pistola Glock 17. Hablamos, pues, de un arma corta de segmento estándar, lo que nos lleva a pensar en un cañón largo capaz de exprimir bastante jugo energético.
El elenco a testar lo conformaron los siguientes cartuchos y proyectiles: G2 RIP –Radically Invasive Projectile– (92 gr), Hornady Critical Defense FTX (115 gr), Remington Golden Saber (147 gr), Fiocchi EMB (92 gr), Geco Action-1 (86 gr), Federal Hydra Shok (147 gr), Men QD-2 (88 gr) y Ruag SeCa (100 gr). En estas breves líneas me limitaré a decir no cuántos centímetros penetraron sino, someramente, cuánto y cómo expandieron, es decir, hasta dónde llegó la deformación de los proyectiles al ir transfiriendo su energía desde el momento de impactar contra el pantalón hasta el instante de la detención dentro de la gelatina, una vez perforada la tela vaquera.
El balance final del análisis de Rodri coincide, casi calcadamente, con los resultados de las muchas pruebas que antaño realicé con estas mismas familias de puntas diseñadas para tareas de seguridad y defensa. Huelga decirlo a estas alturas, pero algo diré: la munición semiblindada y blindada de arma corta no está diseñada para uso policiaco, por más que sea la de consumo más profuso en este país en labores policiacas. De ahí que ya, al conocerse de siempre de antemano cuál va a ser su comportamiento balístico terminal, la mayoría de nosotros no perdamos tiempo con ellas en esta suerte de estudios.
Los teutones SeCa y QD-2 se abrieron muy poquito, pero se detuvieron sin sobrepenetrar. Suelen comportarse así, con o sin vestiduras de por medio. Bien, vamos. Como era sabido que ocurriría, el espectacular RIP se fragmentó, dispersándose sus pétalos –uñas más bien– hacia los lados del bloque gelatinoso, nada más impactar la punta; pero no obró así la escueta y ligera base de la masa del proyectil, la cual penetró algo más profundamente, ya desprendida de las uñas. El italiano EMB no se abrió prácticamente nada, por lo que penetró el gel más de lo esperado y deseable en un supuesto real callejero. Las demás balas, debo decir que casi como era de suponer, aumentaron su sección sobremanera, deteniéndose dentro de la gelatina balística a una distancia del orificio de entrada que podría considerarse adecuada, razón sobrada para definir este comportamiento como muy óptimo.
La exótica punta EMB, la cual es ampliamente empleada por numerosas fuerzas de seguridad en España, cuando hace más de una década fue probada por mí tirándola contra diversos objetivos, siempre arrojó buenos resultados: cuando debía penetrar materiales duros, lo hacía ensimismándose, entacándose; y cuando debía detenerse en tejidos blandos, tras expandirse, igualmente lo hacía de forma espléndida. No obstante, tiendo a pensar que en los últimos años algo ha debido de cambiar en la formulación metalúrgica o en el proceso de fabricación de estas atractivas puntas expansivas, dado que en la actualidad, según compruebo en los test realizados por amigos cercanos a mí, ofrecen comportamientos erráticos o irregulares, llegando en ocasiones a comportarse de manera totalmente diferente a como se espera de esta clase de proyectiles. Así y todo, señala Rodrigo que se abrieron fantásticamente cuando los disparos fueron directos contra la gelatina, sin material textil por delante.