Una jornada de caza siempre es un disfrute para un cazador, pero a veces, nos encontramos con truhanes, caraduras y/o mangantes que hacen que al final del día nos quede un mal sabor de boca. Hoy, por desgracia, mi entrada es el relato de lo sucedido este pasado sábado en una jornada de descaste de conejo.
Como ya he comentado en otras ocasiones, un descaste de conejo es una actividad a veces necesaria para evitar o bien daños a la agricultura, o una emergencia para los propios conejos, tremendamente vulnerables a virus y enfermedades.
Este sábado había cerrado una jornada de caza en Loeches (Madrid), a la que acudiríamos 4 amigos: Gonzalo, Ignacio, Jesús y yo. Cargados de ilusiones, quedamos a las 05:45 de la mañana para acudir a la cita con el orgánico en una gasolinera próxima al coto de caza donde realizaríamos el descaste de conejo. Nos recibió un chico que se identificó como el hijo de la persona con la que había hablado por teléfono, y nos cobró por adelantado… Esto es ya un gesto de que da mala espina, tratándose de caza menor, donde habitualmente se cobra una vez finalizada la jornada cinegética.
Llegando al coto, veo que, aunque hay conejo, tampoco se ve ninguna exageración de número de animales. Aparcamos los coches, cargamos las cananas hasta los topes, montamos los aperos y las perchas, y empezamos la «mano» los 4, separados unos 20 metros, formando una línea para peinar el campo. Son las 07:00 de la mañana.
Extraño. No sólo no vemos conejos, si no que no hay movimiento. Nos habían advertido de que estabann preparando la paloma, y que ni las apuntáramos. Seguimos el paseo por el coto, se ve muchísima madriguera, pero no se ven «orejas». Cambiamos de ruta buscando algún regato, pero nada…
Bajamos hasta el otro borde del coto y vemos algún conejo en la distancia, pero se emboca a unos 100-150 metros. Aun así, la verdad es que se ven muy pocos. Dos disparos largos sin suerte…
Encontramos un regato con mucha madriguera, pero tiene telaraña. Mala señal. Otros 4 disparos a conejos a gran distancia, y continuamos el paseo…
A las 09.30 decidimos cortar el «descaste». Hemos disparado entre 4 cazadores unos 12 cartuchos, y todos ellos a primera hora. Pero viendo el percal, hemos abandonado la actividad. Este coto está abrasado y no está para descastar, ¡está más bien para repoblar!
A la vuelta al coche, nos están esperando los dos chavales que nos han cobrado. Nos preguntan: “¿qué tal?”, y yo contesto: “la verdad es que mal, muy mal. No me creo que podáis tener permiso para descaste porque, o bien ha habido mucho conejo y por enfermedad ya no hay, o bien esta finca está abrasada de haber realizado ya alguna acción de descaste y os habéis pasado varias veces de rosca”. Me contesta que hay mucho conejo pero que se embocan muy fácilmente.
No es cuestión de discutir, pero 12 disparos entre 4, y haber visto entre todos unos 15 conejos, me parece una tomadura de pelo absoluta. Me gustaría pensar que Medio Ambiente revisa la actividad cinegética en esta finca y a esta orgánica. Me gustaría pensar que si hace falta un descaste, se autoriza; y si no hace falta, se deniega. Y que de haberse denegado, se vigila que no se reviente el campo.
Un cazador es antes de nada un amante de la naturaleza y no un «escopetero». Descaste sí, pero cuando es necesario. La acción de estos «caballeros» me parece un timo y un robo. El problema de estas cosas, es que engañan una vez y no dos al mismo, pero lo que es más grave, es que esta gente se dedica a abrasar campos, y los animales no tienen la culpa de la extrema caradura de algunos personajes. Éstos, sí que merecen ser descastados y apartados de la gestión y actividad cinegética.
Eso sí, luego en lugar de sancionar a estos individuos, multan a la gente que tiene la licencia caducada por un día…