Hace unos días publiqué en este mismo medio un decálogo sobre las cosas que debías saber en relación a la formación de los policías españoles en materia de armamento y tiro. Pues bien, permíteme amigo lector que a continuación amplíe esa lista con 3 cosas más que también debes conocer para que no te engañen cuanto te hablen de armas y tiro en el seno de las fuerzas de seguridad.
1.- No es lo mismo carga hueca que punta hueca, por más que muchos policías, periodistas, e incluso instructores, mezclen ambos conceptos. Repito, jamás hay que confundir punta hueca con carga hueca, por lo que si alguna vez se percatan de que su formador confunde una cosa con la otra…, les recomiendo que huyan de él: les garantizo que es un incompetente supremo.
La carga hueca hace referencia a una técnica de fabricación de proyectiles militares explosivos, que dispone la carga detonadora de un modo muy concreto dentro de la propia ojiva. Hablamos, por tanto, de material bélico militar diseñado para destruir protecciones blindadas y acorazadas. Por el contrario, un proyectil hueco es algo más mundano y de amplísima utilización en la vida civil, policial y deportiva. Nos referimos, ahora, a balas convencionales que presentan una oquedad en el extremo superior de su cuerpo. Este hueco, o agujero practicado en el proyectil, facilita la deformación de la bala en el momento del impacto, transfiriéndose así más energía, según sea la naturaleza de la masa alcanzada.
En definitiva, una punta hueca es una bala expansiva, que lo mismo deja a la intemperie la referida oquedad, que lo mismo la camufla con alguna caperuza u otro elemento ligero y desechable. Me reitero en lo de expansiva, de expansión y de expandir, porque por ahí también hay tarugos que entienden que algo expansivo es algo que explota. En cualquier caso, a los cartuchos diseñados de este modo se les presume una importante ventaja policial: no sobrepenetran tanto como los macizos, lo que evita, muchas veces, que un proyectil hiera o mate a una persona tras haber atravesado ya un objetivo voluntariamente destruido. Un último apunte: que algo expanda, o sea, que ensanche, se extienda o se agrande, no implica que se desintegre; por tanto, tampoco hay que confundir la punta hueca con la punta frangible o desintegrable.
2.- Propongo mandar al cuerno a todo el que diga que “si con dos o tres tiros no has solventado un encuentro armado, date por muerto o tírale la pistola al malo y vete corriendo”. Por favor, ¡háganlo, manden a tomar por ojo a quienes pretendan inocularles con insensateces de tamaño calibre! Háganlo incluso con aquellos instructores y mandos que también ponen de manifiesto su supina ignorancia eructando la dichosa y archimanida cita. ¡Que se marchen!
Señoras y señores, no solamente hay que seguir protegiendo el pellejo de los balazos, cuchillazos y martillazos, mediante la observancia de las medidas de autoprotección, sino que cuanta más munición porten consigo, encima y a la mano, mejor será para ustedes si se presenta la necesidad de repeler a un atacante a tiro limpio. Eso sí, no hay que caer en la paranoia de cargarse el cinturón con una docena de cargadores repletos de munición. Ahora bien, aunque sus armas cuenten con capacidad para trece o más cartuchos, recomiendo llevar un mínimo de dos cargadores, pero se me antoja ideal sumar un tercero.
Desoigan los imprudentes consejos de quienes espontáneamente presumen de llevar un único cargador a media carga, para, según espetan, aliviarse cien gramos de peso en la cadera. Esta gente es, ¡qué curiosa casualidad sempiterna!, la misma que dice que te des el piro, o que te des por muerto, si con tres tiros no has abatido ya a tu homicida de turno. ¡Al carajo, mamarrachos! Yo los mandaría a la guerra con Mambrú.
Estar encuadrados en una unidad no operativa no garantiza que la mala suerte no se pueda presentar ante nosotros un mal día. No solamente está expuesta al riesgo la gente que desempeña sus funciones en equipos de seguridad ciudadana, por más que a muchos jefes, jefecillos, y a otros especímenes emboquetados, les guste dejarse ver en público con el ceñidor escrupulosamente limpio de material. Sí, lo sé, con tal aspecto se pavonean haciendo de su imagen un falso icono de estatus superior y divino, sin percatarse de que quedan retratados ante quienes de verdad saben de estas cosas. Esto, en según qué puestos y destinos, delata una enorme falta de interés y compromiso para con el bien común. Quien no lleva consigo lo mínimo para poder ser resolutivo, es que no tiene intención alguna de resolver problemas.
3.- El hecho de ostentar un diploma de monitor, de instructor, o de cómo en cada fuerza sea denominado aquel que se encarga de la formación de sus compañeros dentro de la galería de tiro, no es garantía de calidad en lo relativo a conocimientos sobre el tema, y mucho menos es aval de capacidad pedagógica. Sí es, y esto es un dato claramente palpable, un pasaporte para que quienes poseemos uno, dos, tres, o doce diplomas, podamos ejercer como profesores dentro y fuera de nuestras plantillas, unidades y cuerpos. Creía que la cosa por fin estaba empezando a cambiar, pero recientemente he descubierto que solo era un espejismo, una ilusión. Una utopía. Hay muy pocos dispuestos a admitirlo, pero hacer el curso de instructor es, para más peña de la aceptable, un billete de ida a una vida laboral más cálida, cómoda y tranquila. Una forma de echar balones fuera.
Casi nadie lo dirá en público y muchos se autoengañarán frente al espejo, pero con este diploma demasiados funcionarios únicamente buscan dejar la calle para no pasar frío en invierno y calor en verano, alejarse de los problemas judiciales que pueden aparejar las detenciones y también, por qué no decirlo, algunos anhelan el estatus de consejero y profesor que a veces, además, se podrá ver extraordinariamente remunerado. Pero de compromiso y pasión por el tema, ¿qué…? Pues nada de nada, como en otras tantas especialidades, así de claro.
Para quienes amamos esta rama policial, que por cierto para este articulista ni siquiera está entre las más importantes de la profesión, supone un grave insulto que otro instructor diga textualmente que “vivo de puta madre porque no me complico la vida. Me importa un carajo que la gente mejore sus habilidades, lo que no quiero es que se peguen un tiro cuando yo estoy con ellos, que menudo marrón supondría. Para mí lo importante es (para el instructor que me dio esta respuesta), como también lo es para mi jefe, que no suceda nada extraño ni comprometido durante el rato que duran las prácticas”. Un mero trámite administrativo que forzosamente, y muchas veces sin ganas, hay que cumplir en algunos cuerpos. Y digo en algunos cuerpos porque en otros, donde se encuadran miles de policías, ni tan siquiera disponen de un barrendero como el que me crucé anteayer y que me espetó lo anterior.
Por suerte, en muchas unidades y plantillas están surgiendo, si acaso las personas de este perfil no han existido siempre, individuos con muchas inquietudes que, sin fardar de diploma porque no lo tienen, aprenden fuera de los cauces oficiales y luego enseñan a los compañeros igualmente interesados. ¡Olé por estos tíos y tías!, porque chicas también hay, aunque en menor medida. Esta gente es, a día de hoy, la que poco a poco está poniendo contra las cuerdas a sus jefes y sindicatos.
3s Comentarios
Esteban Mota
Como siempre Ernesto lo has bordado. Estoy cansado de oir como si de un mantra se tratase esas frases, que compañeros con titulaciones de instructores se enroquen en conocimientos arcaicos y no busquen avanzar en su formación, siempre con la respuesta: «si tal centro (oficial) lo dice», como si eso fuera dogma de fe.
Un abrazo.
Esteban
Sun Tzu
No se porque me imagino Esteban Mota cual es ese «centro oficial». xD
Como osas contradecir la palabra de ese «centro oficial», Hereje!
Ernesto Pérez
Gracias, Esteban. ¡Que se marchen!