Ecuador de octubre. Menudo fin de semana más movidito policialmente hablando. Nada más despertarme esta mañana me he encontrado con la noticia, nada agradable, de que a un inspector jefe de la Policía Nacional le han sustraído la pistola reglamentaria y la placa-insignia. No le han dado un leñazo en la cabeza mientras realizaba sus quehaceres profesionales, para luego apoderarse del fusco. Tampoco han violentando su taquilla en los vestuarios de la comisaría, como no pocas veces ya ha ocurrido en dependencias policiales de todos los colores. Ni siquiera han allanado su morada. Todo ha ocurrido de otro modo, de un modo que obliga, quiérase o no, a recriminar a la propia víctima, aunque a ver si al final se lo follan, o por el contrario, le dan una medalla y un pin del Sporting de Gijón, como ya he visto otras veces. Al tiempo.
Y es que, según el noticiero El Comercio (edición digital del 13 de octubre de 2016), el señor al que le han robado el arma la había dejado guardada, abandonada diría yo, dentro de un vehículo oficial camuflado, o sea, dentro de un ‘K’, un automóvil carente de distintivos externos identificativos policiales. Esto es de una temeridad tal, que solo está al alcance de los más estúpidos y engreídos del gremio. Porque esta persona no dejó la pistola en su coche de trabajo durante el horario laboral, dentro, a su vez, de un aparcamiento vigilado en un cuartel; el policía en cuestión estaba, según la redactora de la noticia (Olaya Suárez), fuera de servicio, paseando con su familia y aprovechando la jornada para almorzar por ahí. En definitiva, el hombre estaba de picos pardos, en su acepción más liviana y alejada del origen de la expresión. Y claro, a veces pasa lo que pasa: un delincuente habitual fracturó una ventanilla del ‘K’ y cometiendo un robo con fuerza se llevó la pipa y placa.
Lo que más me fastidia no es que un ladrón se apoderara por unas horas de un arma cargada, hecho que también me joroba, naturalmente. Lo que más me indigna y enerva es que este señor, muy jefe él, se despojara de sus credenciales oficiales durante tantas horas, hallándose, como en efecto se hallaba, en zonas urbanas y en establecimientos públicos (almorzó en un restaurante). ¿Que por qué me preocupan tanto estos extremos? Pues verán, seré muy sincero, un servidor peca de quijote: siempre he creído, hasta descubrir la puta realidad, que todos los integrantes de las fuerzas públicas intervienen, como agentes de la autoridad, ante aquellas infracciones penales con las que se topan, incluso encontrándose de asueto en unión de sus cónyuges y resto de la prole.
Empero, y voy a incluirme, si de antemano te deshaces de la placa que te inviste como agente de la autoridad, y que por cojones tienes que hacer valer para intervenir con todas la garantías jurídicas exigibles, es que no tienes ni la más mínima intención de hacer una mierda, aparezca por la esquina un terrorista ‘kalaka’ en mano; te encuentres de frente con un tironero que está golpeando a una anciana; o entre una yonqui en el restaurante en el que estás zampando, gritando, jeringuilla en mano, que le den la recaudación (meto a una tía, entre los ejemplos enumerados, para que no me tilden de machista). Así que esto es lo que pienso de quienes, siendo o no mandos, esconden a toda costa cualquier rastro de su pertenencia a la fuerza pública, para de esta forma escurrir el bulto; aunque se trasladen gastando medios pagados por todos los que acoquinamos impuestos. Porque mola mazo pertenecer a la Plana Mayor y disfrutar de coche gratis, de combustible ilimitado y de teléfono corporativo. Pero no es tan guay exponerse, al grito de ¡alto policía!, cuando se está por ahí de parranda. ¡Ea!, eso es lo que hay.
Y ayer mismo, hace unas horas (de madrugada), un teniente y un sargento de la Guardia Civil (GC) han sido víctimas de un delito de atentado, mientras disfrutaban de la velada con sus parejas sentimentales, en la navarra localidad de Alsasua. Pese a que los funcionarios no fueron atacados con pistolas, escopetas, machetes o cuchillos de cocina, uno de ellos ha sido intervenido quirúrgicamente, tras serle detectada la fractura de un tobillo. El resto de los hostigados, las otras tres personas, únicamente han presentado lesiones leves, consistentes en policontusiones. Todo ha sucedido porque los damnificados han sido reconocidos como miembros de la Benemérita, por unas cuarenta personas vinculadas a la izquierda aberchale, según da a entender El Mundo, en su versión digital.
Me cuentan, fuentes cercanas a los lesionados (realmente no tengo prueba de ello), que ni el oficial ni el suboficial llevaban consigo arma de fuego alguna. Y verán, no es que llevar una pistola o un revólver (o dos) garantice la indemnidad, pero oye, si me quieren matar y llevo quince balas, quizás no me maten tan fácilmente, si es que acaso me da tiempo a disparar y si es que sé hacerlo, cosa que no todo el mundo sabe hacer, aunque cacaree que sí. Atención, no estoy diciendo que haya que abrir fuego si te rodean para regalarte caramelos y mantecados; para pedirte autógrafos y apretones de mano; o para darte besos y abrazos. Estoy diciendo que si vienen a matarte a patadas, a puñetazos, a garrotazos, o a mordiscos; dos, ocho, catorce, veinte o cuarenta lobos merinos, pastores alemanes o hasta animales de la especie Homo sapiens, entonces sí que resultaría recomendable, y hasta legal, liarse a tiros. Expuesto así, que es como pasan estas cosas, hasta el más progre del mundo tendría que claudicar y darme la razón. Vamos, digo yo, ¿no?
Y para acabar, me llama hace unos minutos mi amigo Casimiro y me sopla, dándome mil detalles, que ayer le arrebataron la pistola a un policía local del ciudadrealeño municipio de Pedro Muñoz. Parece ser que al agente le han dado hostias y palos entre tres adultos de una misma familia, y que ante tales hechos el agente ha desenfundado su pistola, perdiendo el control de la misma al recibir un estacazo en la mano que empuñaba la susodicha herramienta. Menos mal que el funcionario ha sido capaz de intentar conminar a los otros, me he dicho, aunque esto finalmente no haya jugado a su favor: el atacante principal y más violento, el originador del incidente, trató de disparar contra el municipal, si bien, y siempre según lo verbalizado por Casimiro, el arma o los cartuchos han fallado.
Mi amigo sostiene que el malo, un tal Ricardo nacido en 1975, llegó a pegar un tiro al aire con la cacharra del agente, pero que se le encasquilló cuando dirigió la boca de fuego hacia el cuerpo del funcionario, a quien, según varios testigos, le apoyó el cañón en la cabeza, a modo de ejecución o tiro de gracia. Es más, mi informante asegura que el hostil realizó numerosas manipulaciones en la pistola, sin lograr efectuar nuevos disparos.
A tenor de lo que Casimiro me ha contado, y que ya he visto publicado en algunos medios digitales, me surgen dudas: ¿Por qué jodida razón patrullaba un único policía, dato reseñado ya en un periódico? ¡Ah!, ya lo sé, porque aquí nunca pasa nada; el manido y puto cuento. Más. ¿Por qué se han producido tantas interrupciones o encasquillamientos, como tan vehementemente se está afirmando? Por una vez ha sido una bendición que el arma se trabase mecánicamente, pero de haber necesitado disparar el policía, como todo indica que iba a hacer, ¿podría haberlo hecho?; ¿estarían defectuosos los cartuchos almacenados en el cargador, y de ahí las trabas?; ¿estará entrenado el interfecto, para poder resolver estos contratiempos tan frecuentes? Ahí lo dejo.
En fin, miren cual ha sido el resultado lesivo de este acometimiento: fracturas óseas en el tren superior (cúbito y radio) y en el rostro. ¿Hubiesen resultado razonablemente lógicos los plomazos, contra tantos porrazos? Hombre, pues claro que sí, ¡joder!
Pero bueno, ¡qué coño está pasando este finde, joder! Cuando iba ponerle el punto y final a este artículo, va Pepe Moreno y me dice: “Oye, Ernesto, ¿te has enterado de lo que pasó ayer en Huelva, cuando un compañero de la GC de tráfico le pegó un taponazo en un brazo a un conocido narcotraficante de la zona?”. Y la verdad es que no lo sabía, pero leyendo ahora el ABC (edición digital sevillana), veo que sí, que el guarro de marras protagonizó una enloquecida huida con un vehículo turismo, persecución policial incorporada, arrollando y embistiendo a los guardias, por lo que uno de ellos ‘bereteó’ un poco al menda, dándole por lo menos una vez, lo que no impidió que se diera por patas, aunque finalmente fuese detenido.
Pero tranquilos, nunca pasa nada, estas cosas solo pasan en las películas y en los vídeos americanos que se cuelgan en internet. Valiente mes de patronas, patrones y balazos; y eso que solo estamos a día 16.