Hace ya algún tiempo, concretamente entre diciembre de 2010 y mayo de 2011, publiqué dos artículos que versaban sobre una serie de tests balísticos terminales llevados a cabo por un servidor. Balística casera fue el nombre que le di a aquellos párrafos. Una de las pruebas consistió en disparar, desde 3 metros de distancia, contra la dura luna delantera de un vehículo turismo moderno, o sea, contra un parabrisas. Para este tipo de cerramientos automovilísticos se emplean cristales laminados, los cuales están diseñados de tal modo que en caso de accidente minimizan las lesiones de los ocupantes de los coches siniestrados. Para ello, estos acristalamientos laminados están construidos con dos piezas de cristal, separadas por una capa de plástico.
Aquel test no estaba encaminado a comprobar qué tipo de puntas eran capaces de atravesar la superficie vidriosa, pues los disparos fueron efectuados con munición del calibre 9 mm Parabellum/Luger, por lo que todos los proyectiles tendrían capacidad para penetrar el objetivo. La meta del experimento era verificar cuántas garrafas de plástico de 25 litros de capacidad, rellenas de agua, podrían cruzar las balas tras perforar la barrera de cristal. Los contenedores fueron dispuestos, para tal fin, en posición horizontal (tumbados) con la idea de que pudieran ser impactados de “boca a base” o viceversa. Con esta disposición física de la escena se puede tirar sobre un cuerpo que tiene la anchura aproximada de un hombre adulto medio (distancia entre hombros).
La idea era que la máxima distancia a recorrer por el proyectil, en el torso, fuese la de un disparo que entrase lateralmente durante un hipotético enfrentamiento, suponiendo que el blanco fuese un ser humano ocupante de un turismo; porque una vez colocadas horizontalmente, cada garrafa ofrecía 44 centímetros de profundidad. Sin duda alguna, todos los proyectiles empleados en la prueba iban a penetrar el cristal y después impactarían, como poco, en la primera garrafa. ¿Pero cuántos conservarían energía suficiente como para atravesar los 44 centímetros de la garrafa, e impactar en otro cuerpo, o sea otra garrafa? Hablamos de herir por exceso de penetración a personas que, en principio, no eran las destinatarias de los tiros.
Una de las causas por las que aquellos artículos se llamaron “caseros” es, por ejemplo, por la ausencia de gelatina balística. Solamente usé agua estancada. No es muy científico, lo sé, pero dado que parece que el cuerpo humano es agua en un 60% en la edad adulta, y un 75% al nacer, la idea no resultaba tan descabellada. Pero hay que salvar y matizar muchas diferencias: nuestro cuerpo, obviamente, no está formado por agua estancada como la de las garrafas. Nuestras células son las principales portadoras y conservadoras del agua (agua intracelular), siendo extracelular el resto del fluido, irrigándose de este modo todos los tejidos, amén de circular a través de la sangre.
En mayo de 2011 empleé este elenco de cartuchos contra la luna de un BMW: Geco Action 84gr, Remington Golden Saber 147gr, Remington Disintegrator Jacketed 100gr, FMJ Santa Bárbara 124gr, Remington Semiblindado 124gr (Flat Nose), Frangible Fiocchi 82gr, Fiocchi EMB 92gr, Fiocchi ZP 100gr, Fiocchi Black Mamba 100gr, Hirtenberger Plomo, Fiocchi Plomo grafiteado Gas-Check 123gr (color negro) y RUAG SeCa 99gr; todos ellos entraron en escena de la mano de una pistola Glock 26. El resultado y las conclusiones de aquel trabajo están aquí: http://tirodefensivocampodegibraltar.blogspot.com.es/2011/05/balistica-casera-ii-parte-lunas-vs.html
Ahora, en marzo de 2015, se han vuelto a repetir experiencias similares. Esta vez no he sido yo el artífice del test, sino Manolo Ortiz, un compañero policía y sin embargo amigo. Manolo, con buen criterio y conociendo de antemano cómo puede comportarse un proyectil de según qué tipo frente a disparos realizados contra parabrisas, ha evaluado, tirando desde 4 metros con una Sig Sauer P228, el cartucho alemán Men QD-PEP-II/s de 91 grains. Se trata de una punta de cobre que ya se está comercializando en España y que aspira a surtir a cuerpos policiales.
Estamos hablando de un proyectil ligerísimo, como por otra parte es habitual en las puntas expansivas teutonas de este calibre, cuya ojiva metálica está ocupada, en la cúspide, por una pieza esférica y plástica de color azul. Este opérculo se ubica, exactamente, en la oquedad que a tal efecto existe en la propia estructura interna del proyectil. Es, por tanto, una bala de expansión forzada: al impacto, el tapón es empujado hacia el hueco en el que se encuentra y esto, casi inevitablemente, obliga al proyectil a aumentar su sección, alterando también su forma. Esta deformación propicia una mayor transferencia de energía en el momento del impacto y durante el resto de su trayectoria, dando pie a una más rápida desaceleración del proyectil. Todo esto minimiza los riesgos propios del exceso de penetración, los cuales podrían derivar en lesiones a terceros tras abandonar la bala el primer cuerpo alcanzado.
Ortiz, interpretando un guiño mío durante una conversación, ha logrado hacerse con la luna delantera de un Seat León. Luego, como yo mismo hice, ha colocado detrás varias garrafas de 25 litros de capacidad, repletas de agua. Él, en este caso, ha vestido la primera garrafa con tres capas de tejido textil fino (tela de la camisa de un uniforme de la Policía). Tan caseramente como hace cuatro años, Manolo ha tiroteado el parabrisas con varios proyectiles, incluyendo en el plantel además del susodicho QD-PEP, un Geco Blindado de 124 gr y un Fiocchi Plomo grafiteado Gas-Check 123 gr (color negro).
El resultado de estos disparos se ha manifestado de tal modo que el proyectil blindado ha actuado como se esperaba, casi sin deformarse, entrando en la primera garrafa y fracturando la pared del otro extremo, pero sin abandonarla (hace dos años, sin tela de por medio y tirando desde más cerca, también penetró en la siguiente garrafa). No solamente no ha aumentado su diámetro, sino que lo ha reducido unas décimas. Los otros dos, por el contrario, sí que han visto alterada su masa sin llegar a quebrantar la segunda pared de la primera garrafa.
No obstante, hay que destacar que el aumento de calibre de la bala grafiteada y de la QD no ha sido muy significativo, si se compara con algunas puntas huecas al uso. Aun así, la germana se ha deformado más que cuando hace unos meses la disparamos directamente contra agua, no pasando de su calibre original en aquella ocasión. Así las cosas, ahora ha alcanzado 13 milímetros. La de plomo con Gas-Check no sufrió cambio morfológico alguno al ser tirada contra el líquido, pero ha sumado 2 milímetros a su sección original al ser recuperada en la prueba del parabrisas. Esta es, por cierto, la munición que actualmente empleo en mi arma.
Todo nos indica que pese a su moderada tendencia a abrirse, la punta QD-PEP II desacelera muy rápidamente, lo que sin duda puede deberse a su escueto peso (91 grains) y a la velocidad que alcanza, siendo de 420 metros por segundo a 3 metros de distancia, según las especificaciones del fabricante. Esto arroja una clara ventaja policial: reducir la potencial posibilidad de que la bala atraviese a la persona herida deliberadamente y que posteriormente, sin control, lesione a terceros.
Aquí, seguramente, ni Manolo ni yo descubrimos la formula de la eterna juventud, ni la de la Coca-Cola, ni un mapa marcando con una cruz el punto donde está enterrado el tesoro del corsario Barbarroja. Pero sí hacemos algo que a veces se echa en falta en algunos maestros, o al menos eso pretendemos nosotros y cuatro más, me refiero a compartir, gratis, lo poco que sabemos. A nadie se le obliga a creer en nuestras conclusiones, solamente las planteamos a tenor de lo visto y probado. Luego cada uno será libre de discrepar, o no, también a tenor de sus propias experiencias científicas, pseudocientíficas (caseras) o incluso empíricas. Pero si algo tengo claro después de varias décadas oliendo a pólvora es, y no es baladí, que hay que comprobar las cosas y no creerse nada de lo que todos digan. Señoras y señores, si no pueden evaluar ustedes mismos, indaguen con seriedad, piensen y conjeturen sin prejuicios. Por cierto, pongan también en duda todo lo que acaben de leer en estos párrafos.