Este pasado sábado saqué a pasear a mi nueva adquisición procedente de la subasta de armas: la escopeta Ugartechea yuxtapuesta, acompañada de un cajón de cartuchos del calibre 12 de 24 gramos en 7,5. Siempre tiro con 28, pero en esta ocasión, estaba vaciando el almacén de cartuchos y como toma de contacto, me pareció bastante apropiado probar mi nueva adquisición con este tipo de munición.
Mis primeras sensaciones con mi nueva Ugartechea fueron buenas. Aunque me queda unos 5 centímetros corta, el pistolet está bastante “tumbado”, pero el encare es bueno. Para solucionar temporalmente el problema, me llevé una cantonera de goma, que aunque no aporta la misma firmeza, sí que soluciona la situación.
Llega el momento de cargar por primera vez el arma: deslizo suavemente dos cartuchos, encaje perfecto, monto la escopeta, cierre perfecto, sólido, preciso… Quito el seguro y pido el plato. Me sale un plato de pico levemente a izquierdas, encaro rápidamente, sigo el plato, lo adelanto unos 2 metros, ¡fuego el uno! Impacto perfecto. Humo…
Continuo brevemente el swing y sacando el dedo del segundo gatillo, desencaro el arma al tiempo que acciono la palanca de apertura. Demasiado tenso, pero apertura perfecta. Esta Ugartechea no es expulsora, cosa que para mí no supone un problema, pero aun así el cartucho sale fácilmente. El encare rápido ha sido bueno, veo justo la cantidad de banda necesaria, con lo que la «caída” de la culata es perfecta.
Tiempo para el segundo plato. Cargo de nuevo la escopeta, monto el arma, quito el seguro y pido el plato. Éste sale también de pico, pero endiabladamente rápido, levemente escorado a izquierdas, ¡fuego el uno! Continúo el swing… ¡fuego el dos! ¡Harina! Impacto perfecto. Me he quedado corto en el primer disparo y al doblar, he dado un tirón y el plato ha sido mío. Abro la escopeta, y de nuevo encuentro la misma sensación de dureza en la el mecanismo de apertura. Uno tras otro van saliendo los platos. Acierto 12 platos del primer disparo y 10 del segundo, es decir, 22 la primera serie, una cifra que ¡no está nada mal!
Momento de descanso. Examino el arma, y compruebo que el cañón derecho está ardiendo, mientras que el izquierdo está algo más templado. Básicamente, lo normal para una escopeta paralela de estas características con la que acababa de completar una serie entera de tiro al plato.
Segunda serie: 20/25; tercera serie: 18/25; cuarta serie: 24/25. Dejo enfriar a la pobre Ugartechea, que después de una temporada de descanso forzoso en la Intervención de Armas de Tres Cantos se ha debido de llevar un buen sobresalto… Si las armas tienen alma, seguro que quedó sorprendida por ver el minucioso tratamiento de limpieza y rejuvenecimiento que le di hace unos días, y por el atracón de ejercicio de tiro al que la estoy sometiendo.
Mis sensaciones con esta escopeta son buenas. Su plomeo es excelente, el ajuste de sus mecanismos es muy preciso, aunque demasiado dura la acción del mecanismo de apertura del arma. También es cierto que al tirar con cartuchos de 28 gramos habitualmente, disparar con munición de 24 me produce unas sensaciones distintas (obviamente son menos plomos y es más rápido que un cartucho de 28).
Llega la hora de recoger los bártulos y emprender el retorno a casa. Por la tarde, me preparo para desmontar el arma, limpiarla a conciencia y examinar el resultado que las 4 series de tiro al plato han tenido en la Ugartechea. El “tiroteo” ha producido un efecto bastante normal, que es sacar oxido humedecido de dentro de las partes no visibles del arma, principalmente en los expulsores, la zona de los martillos percutores, etc. Una limpieza habitual y el arma luce perfecta, mejor incluso que después de la primera limpieza.
Comienzo un tratamiento inicial de atacar puntos de óxido más “agarrados”. En este sentido, mi técnica es muy tradicional: un buen limpiador de armas y trapo, ¡mucho trapo! En zonas duras utilizo un cepillo de cerdas de acero, y en zonas blandas un cepillo de cerdas de cobre. Además, siempre empleo un cepillo de cerdas de plástico endurecido para las zonas más sensibles, como por ejemplo los cromados del arma. Poco a poco, van saliendo esos molestos puntos de óxido hasta dejar la escopeta en un perfecto estado de revista. Por último, trabajo bastante el mecanismo de apertura del arma, y parece que va cediendo un poco, de tal forma que ahora la presión necesaria para abrir el arma es algo más suave.
Paso a las maderas y utilizo un reparador comercial de rayas. Lo aplico con trapo seco, lo dejo secar 10 minutos y le saco brillo con otro trapo seco. Finalmente recobra su esplendoroso aspecto. No hace magia ni repone el barniz perdido, pero hace menos visibles las pequeñas rayas.
Este fin de semana volveré a hacer trabajar a la nueva inquilina de mi armero, esta vez con cartuchos de 28 gramos, ¡como mandan los cánones!