Una espera inesperada: La lluvia aguó mi primer aguardo nocturno de la temporada

Después de un pequeño descanso volvemos con fuerzas renovadas. Han sido tiempos de lectura, de estudio, de análisis…  Todo ello combinado con divertidas jornadas de tiro al plato y más y más conversaciones en twitter con «compañeros de afición». Pero ahora toca volver a lo bueno, a la caza, y más concretamente a la temporada de esperas nocturnas.

La semana pasada comencé las esperas. Una vez me dieron la luz verde los responsables del coto, comencé a preparar la noche de la primera espera. Eran días de grandes calores y bochornos, así que confiaba en una cálida noche de verano… pero ¡nada más lejos de la realidad!

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La caza del jabalí en la modalidad de esperas nocturnas es una de las disciplinas con más seguidores en España

Los jabalíes estaban ya entrando y bajando a las zonas bajas del monte. Las bañas estaban bien pisadas y removidas. Observé durante días la previsión del tiempo, hasta que finalmente llegó el día de autos. Cielo color ceniza, viento racheado… Me encaminé al coto cargado de ilusión, con el arma lista, la munición preparada, las ópticas perfectamente limpias, y eso sí, con un viento tremendo.

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El viento, que soplaba en todas las direcciones, marcó mi estancia en el puesto de caza

Nada más llegar al puesto pude ver que el viento venía casi de todas las direcciones. Mala cosa. Me aposté hacia las 9 de la noche, con el cielo cada vez más negruzco. Confiaba en tener algo de visibilidad, pues la luna estaba visible al 44%, pero no contaba con las nubes densas que cubrían buena parte del cielo nocturno.

A las 10:30 de la noche comenzó a llover suavemente primero, y con los minutos, fue arreciando hasta convertirse en lo que conocemos como una tormenta de verano. Ya sabéis, una de esas tormentas de las que no cesan, con gotas pesadas y gruesas, vamos, de las que mojan hasta los huesos. Protegido por la chaparra, con un cobijo inexistente, llegaba el estupendo perfume de la hierba mojada… Muchas veces veo en la carta de algún restaurante la terminación de «a las finas hierbas». Pero nadie sabe bien lo que son las finas hierbas hasta que no ha olido los aromas del monte recién bañado por una tormenta de verano.

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Vista desde mi puesto de caza, esperando a que anocheciera, con todo el equipo preparado

La lluvia no cesaba y no tenía pinta de ser una gran noche de espera. Así que me propuse disfrutar de la lluvia, la oscuridad y el monte mojado durante un par de horas más, hasta que decidí desmontar el campamento y bajar hacia el coche. De camino al vehículo, sorprendí a un par de crías de gamo bastante despistadas que cada 3 zancadas se detenían a mirarme. Un bello espectáculo bajo la lluvia refrescante de la sierra de Madrid.

Aunque fue una espera inesperada, disfruté de los «perfumes» del campo, de las miles de gotas rebotando contra las hojas de la vieja encina, y del regalo de ver dos estupendas crías de gamo casi tan sorprendidas como yo.

Siempre es un placer sentir el campo, nunca mejor dicho, sin poder ver casi nada. Todo olfato y oído… Volveremos esta semana a disfrutar del espectáculo que nos regala el campo por la noche, esperando eso sí que haya más suerte la próxima vez.

Categorias: Caza

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